Archivos diarios: 8 agosto, 2015

08/08/2015 – UN HISTORIADOR JAPONÉS AGNÓSTICO ELOGIA A BENEDICTO XVI

Un historiador japonés agnóstico elogia a Benedicto XVI:

«Ha combatido por la Europa cristiana»

Tras más de dos años de reinado de Francisco, tal vez el Papa más alabado universalmente de la historia, en el lejano Japón ha salido un libro importante que hace un retrato no de él, sino -¡sorpresa!- de su humilde y maltratado predecesor.

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Artículo publicado en L´Espresso.

Traducción de Helena Faccia Serrano.

FUENTE: Religión en Libertad

La clave: «Renovación de la Europa cristiana»

Precisamente Japón, por historia y por cultura, es un país lejano a Europa y más aún de esa Europa cristiana que el autor del libro especifica como la clave de comprensión del pontificado de Benedicto XVI, proclamándolo desde el título, en latín: Renovatio Europae Christianae.

Y sin embargo, este punto de observación tan lejano hace que el libro sea original. Benedicto XVI ha recibido un ejemplar de regalo, ha leído la amplia síntesis que el mismo autor le ha preparado en alemán y lo ha encontrado «sorprendente» y nuevo porque no ha sido ideado ni escrito «desde el interior de la comunidad de fe como tampoco desde la perspectiva de mis adversarios; sino que lo ha sido desde un tercer lugar, desde el exterior».

Esto es lo que el autor ha leído en la nota de agradecimiento autógrafa que el Papa emérito le ha hecho llegar a través de la nunciatura en Tokio.

Japonés y agnóstico

El autor se llama Hajime Konno. Tiene 42 años, es agnóstico, si bien desciende de una familia de fe cristiana ortodoxa. Entre 1998 y 2002 estudió historia y cultura alemana en Berlín, en la Humboldt-Universität, y ya entonces se interesó en el Kulturkampf que en Alemania dividía a la misma Iglesia católica sobre la cuestión de los consultores para el aborto. Desde 2006 enseña filologia alemana en la Universidad de la Prefectura de Aichi. Cuando el pontificado de Joseph Ratzinger estaba terminando volvió a Alemania, a Múnich, para estudiar in situ el catolicismo de Baviera, con las peregrinaciones a pie al santuario mariano de Altötting y con las procesiones del Corpus Domini.

Es autor de numerosos ensayos, entre ellos de un libro sobre Max Weber traducido también en alemán. Pero su obra más importante es este libro que, en aproximadamente 500 páginas, ofrece por primera vez al público japonés un retrato razonado de Ratzinger teólogo y Papa sobre el fondo de la historia de Europa: Hajime Konno, Kyoko Benedikutusu Jurokusei. Kirisutokyoteki Yoroppa no Gyakushu [Benedictus PP. XVI. Renovatio Europae Christianae], Tokyo, University of Tokyo Press, 2015.

«Ha combatido por la Europa cristiana»

El libro es de gran interés también para los lectores no japoneses. El autor ha escrito una amplia síntesis del mismo en alemán. Más abajo está reproducida la parte final de la síntesis, en la que sobresale la afirmación: «Benedicto XVI ha sido, sobre todo, el Papa del logos: con la fuerza de sus palabras, su arma más poderosa, ha combatido por la Europa cristiana».

Pero aún más interesante es el segundo capítulo de la síntesis y del libro. En él, Konno pone de relieve la pretensión universalista del Occidente contemporáneo y su deseo de imponer a todo el mundo sus propios valores, excluyendo las culturas no occidentales, sobre todo asiáticas.

De esto se derivan -observa Konno- conflictos culturales no sólo en Occidente entre progresistas y conservadores, sino también en Oriente, como por ejemplo Japón, entre universalistas y nacionalistas.

¿Y la Iglesia católica? Konno responde que ciertamente el cristianismo ha sido en Occidente el origen de los valores modernos, pero que hoy está, a su vez, en conflicto precisamente con las consecuencias y las imposiciones anticristianas de esta modernidad, por lo que la Iglesia católica es como un «Oriente» en Occidente. Y Ratzinger, primero como teólogo y después como Papa, ha sido un magnífico y lúcido protagonista de este encuentro/desencuentro planetario entre Iglesia y modernidad.

Un texto a tener en cuenta

A continuación reproducimos la parte final de la síntesis del libro escrita por el mismo autor, pero sin las notas y las referencias bibliográficas que, en cambio, abundan en el texto íntegro.

Entre los testimonios citados en el volumen hay también un japonés, Yasuaki Satono, antiguo alumno de Ratzinger teólogo y miembro aún del Schülerkreis, el círculo de sus ex alumnos, que se reúne periódicamente en Roma. Yasuaki Satono ha publicado en Japón tres ensayos sobre su maestro, cuyos títulos son: Las enseñanzas del profesor Ratzinger y mis recuerdos sobre él; El nuevo Papa. Mi camino de fe; y Benedicto XVI. Observaciones sobre el islam.

UN INCONFORMISTA EN LA CÁTEDRA DE PEDRO

de Hajime Konno

Hajime Konno

Hajime Konno

Benedicto XVI salió a la escena de la política mundial como cabeza de la Iglesia dotado de claros principios y de fuerte voluntad. El nombre elegido como Papa, Benedicto, indicaba su diagnóstico pesimista de los tiempos, es decir, su comparación entre la situación de hoy y la decadencia tardo-romana en los tiempos de San Benito. Ya en su homilía en la vigilia de la elección al trono pontificio, el 18 de abril de 2005, tomó claramente posición a este respecto.

El objetivo del Papa era sobre todo la defensa y el fortalecimiento de los fundamentos cristianos de Europa, si bien durante su pontificado la curia se ocupó intensamente también de relaciones con países no europeos, como por ejemplo las repúblicas socialistas de China y de Vietnam. Benedicto no tenía la intención de someterse a las modas y de limitarse a gobernar con diligencia: quería decidir qué había que cambiar y qué no, siempre partiendo de la posición de la Iglesia e independientemente del espíritu de los tiempos. No es en absoluto verdad que se había dedicado sólo al antimodernismo; su intención, simplemente, era preservar los elementos que consideraba necesarios para la Iglesia, prescindiendo del hecho de que fueran modernos o pre-modernos. Eliminó la tiara papal del escudo pontificio, renunció al título de «patriarca de Occidente», se enfrentó con pasión a los problemas ambientales.

Y ha sido, sobre todo, el Papa del logos: con la fuerza de sus palabras, su arma más poderosa, ha combatido por la Europa cristiana. Ha abierto la Iglesia a los medios de comunicación más recientes, incluidos YouTube y Twitter, ha rehabilitado el latín y la misa tridentina, ha extendido la mano a la Fraternidad San Pío X, ha consolidado la liturgia como actualización solemne de los misterios, ha situado la eucaristía en el centro de la vida cristiana, ha impulsado la administración de la comunión en la boca y no ha tenido miedo, incluso después del tan criticado discurso de Ratisbona, de tocar el tema de la violencia de los islamistas radicales.

Como interlocutores en el movimiento ecuménico el Papa Benedicto XVI ha elegido con cuidado Iglesias como la ortodoxa y la anglicana, estableciendo buenos contactos con ambas, incluso invitando a los conservadores anglicanos disidentes a unirse a la Iglesia católica. El punto culminante de la amistad entre católicos y ortodoxos fue el encuentro con el patriarca ecuménico de Constantinopla. Benedicto XVI ha visitado además Gran Bretaña, donde se reunió tanto con la reina Isabel II como con el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, beatificando en Glasgow al cardenal John Henry Newman. No fue posible organizar un viaje a Rusia, a pesar de las buenas relaciones de Benedicto con el patriarca de Moscú, Cirilo I, desde los tiempos en que éste era metropolitano de Smolensk y Kaliningrado. A pesar de que en la época del concilio Ratzinger se comprometió en una valoración positiva del protestantismo, el Papa Benedicto XVI ha mantenido las distancias con las «comunidades eclesiales» de la reforma.

Los progresistas tanto dentro como fuera de la Iglesia católica no le reconocieron la facultad de actuar autónomamente más allá del espíritu del tiempo. En estos ambientes, un pontífice que tenía como máxima «cooperatores veritatis» parecía un príncipe de la Iglesia arrogante, insoportable. Intentaron por todos los medios producir una imagen negativa del Papa y exultaron con su inesperada renuncia. Entre los medios empleados tuvo un papel importante el antigermanismo. El método de estigmatizar a Ratzinger como alemán, si bien él raramente puso el acento sobre su identidad alemana, se asemeja al que utiliza al antisemitismo cuando incluso a los judíos convertidos se les sigue lanzando la acusación de ser judíos.

En Alemania, su tierra natal, el Papa Benedicto XVI ha sido siempre discutido. Por un lado su elección fue una especie de golpe liberador. El hecho de que un alemán hubiera sido elegido Papa y, por lo tanto, por así decirlo, suma autoridad espiritual de Occidente, era de por sí sensacional. Los tabloides ingleses como The Sun no pudieron evitar los titulares burlones («From Hitler Youth to… Papa Ratzi»). Benedicto reaccionó a todo esto poniendo en evidencia su patriotismo bávaro, y no el alemán, y visitando el 28 de mayo de 2006 el antiguo campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Sin embargo, al mismo tiempo subrayó la importancia de Alemania. Los progresistas intentaron todo lo que estuvo en su mano para resaltar los problemas de los abusos sexuales y de la Fraternidad San Pío X con el fin de debilitar la autoridad del Papa. Los católicos conservadores alemanes, como por ejemplo los que se habían reunido en la iniciativa Deutschland pro Papa o en el Forum Deutscher Katholiken, se encontraron desarmados ante el clima marcadamente anticlerical que reinaba en la opinión pública alemana.

Si bien Benedicto XVI no tenía intención de hacerlo expresamente, el caso es que de hecho puso en discusión el dominio de los valores modernos. En el contexto de su crítica al marxismo, él apoyaba la democracia parlamentaria occidental, pero su alinearse en favor de la democracia no era en absoluto algo incondicional. Rechazó con decisión introducirla en la Iglesia, ordenada de manera jerárquica. Miraba con escepticismo también a la demoscopia. Su distanciamiento de la voluntad popular no se explica sólo con la experiencia que él vivió en los años sesenta con el movimento estudiantil, sino que está radicado en él desde el momento en que tomó las distancias del nacionalsocialismo, que en su época estaba acompañado por los atronadores aplausos de la mayoría de la población. Además, no compartía la valoración optimista del hombre actual y de los progresos de la sociedad.

Su actitud estaba enmarcada dentro del conservadurismo social cristiano. El aprecio por la familia y el matrimonio heterosexual estaba en contradicción con el actual multiplicarse de los modelos de familia. El énfasis puesto sobre el papel del cristianismo como base pre-política de la democracia liberal se revolvía contra el secularismo. Benedicto desaprobaba la crítica al eurocentrismo y confirmaba el carácter cristiano de Europa tomando posiciones y actuando como paladín activo de la antigua cultura europea contra las oleadas de la globalización no sólo en las cuestiones políticas, sino también y sobre todo en las culturales.

El Papa Benedicto XVI ha sido un inconformista en la cátedra de Pedro. Cuando desde el sillón dorado impartía la bendición en latín, excomulgaba a los disidentes, mantenía unida a la Iglesia universal y afirmaba la unicidad de la fe católica, mostraba de hecho su lado autoritario. No sorprende que sus detractores, como Leonardo Boff o Johann Baptist Metz, le criticaran. Sin embargo, la cuestión se ve distinta si discernimos la situación en la que se encuentra la Iglesia. Si se mira la posición de dominio de los valores modernos, la Iglesia católica es una minoría oprimida mientras que sus críticos en cambio pertenecen a la mayoría, por lo que la actitud autoritaria de Ratzinger era una reacción a la situación vigente.

De todas formas, el espíritu combativo ha sido sólo un aspecto de Joseph Ratzinger. Aunque protegiéndose, en un cierto sentido, contra los que le criticaban, no ha perdido nunca la disponibilidad al diálogo. Así, también su crítico más aguerrido, Hans Küng, fue acogido amigablemente en Castel Gandolfo. En sus encíclicas el Papa Benedicto XVI ha tratado repetidamente temas como el «amor» y la «esperanza». Sustancialmente ha sido siempre un patriota bávaro con un perenne entusiasmo en el corazón por la procesión del Corpus Domini. En este sentido se parece al príncipe de la antigua China Lan Ling Wang (Gao Changgong): si bien en el campo de batalla él luchaba llevando puesta una máscara del diablo, los rasgos del rostro que ésta escondían eran delicados.

07/12/2011 – EL HIMNO DE JÚBILO MESIÁNICO

ESCUELA DE ORACIÓN

BENEDICTO XVI

AUDIENCIA GENERAL

Sala Pablo VI

Miércoles 7 de diciembre de 2011

EL HIMNO DE JÚBILO MESIÁNICO

«Vídeo en Italiano»

Queridos hermanos y hermanas:

Los evangelistas Mateo y Lucas (cf. Mt 11, 25-30 y Lc 10, 21-22) nos transmitieron una «joya» de la oración de Jesús, que se suele llamar Himno de júbilo o Himno de júbilo mesiánico. Se trata de una oración de reconocimiento y de alabanza, como hemos escuchado. En el original griego de los Evangelios, el verbo con el que inicia este himno, y que expresa la actitud de Jesús al dirigirse al Padre, es exomologoumai, traducido a menudo como «te doy gracias» (Mt 11, 25 y Lc 10, 21). Pero en los escritos del Nuevo Testamento este verbo indica principalmente dos cosas:

  1. la primera es «reconocer hasta el fondo» —por ejemplo, Juan Bautista pedía a quien acudía a él para bautizarse que reconociera hasta el fondo sus propios pecados (cf. Mt 3, 6)—;
  2. la segunda es «estar de acuerdo».

Por tanto, la expresión con la que Jesús inicia su oración contiene su reconocer hasta el fondo, plenamente, la acción de Dios Padre, y, juntamente, su estar en total, consciente y gozoso acuerdo con este modo de obrar, con el proyecto del Padre. El Himno de júbilo es la cumbre de un un camino de oración en el que emerge claramente la profunda e íntima comunión de Jesús con la vida del Padre en el Espíritu Santo y se manifiesta su filiación divina.

Jesús se dirige a Dios llamándolo «Padre». Este término expresa la conciencia y la certeza de Jesús de ser «el Hijo», en íntima y constante comunión con Él, y este es el punto central y la fuente de toda oración de Jesús. Lo vemos claramente en la última parte del Himno, que ilumina todo el texto. Jesús dice: «Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Lc 10, 22). Jesús, por tanto, afirma que sólo «el Hijo» conoce verdaderamente al Padre. Todo conocimiento entre las personas —como experimentamos todos en nuestras relaciones humanas— comporta una comunión, un vínculo interior, a nivel más o menos profundo, entre quien conoce y quien es conocido: no se puede conocer sin una comunión del ser. En el Himno de júbilo, como en toda su oración, Jesús muestra que el verdadero conocimiento de Dios presupone la comunión con Él: sólo estando en comunión con el otro comienzo a conocerlo; y lo mismo sucede con Dios: sólo puedo conocerlo si tengo un contacto verdadero, si estoy en comunión con Él. Por lo tanto, el verdadero conocimiento está reservado al Hijo, al Unigénito que desde siempre está en el seno del Padre (cf. Jn 1, 18), en perfecta unidad con Él. Sólo el Hijo conoce verdaderamente a Dios, al estar en íntima comunión del ser; sólo el Hijo puede revelar verdaderamente quién es Dios.

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Al nombre «Padre» le sigue un segundo título, «Señor del cielo y de la tierra». Jesús, con esta expresión, recapitula la fe en la creación y hace resonar las primeras palabras de la Sagrada Escritura: «Al principio creó Dios el cielo y la tierra» (Gn 1, 1). Orando, él remite a la gran narración bíblica de la historia de amor de Dios por el hombre, que comienza con el acto de la creación. Jesús se inserta en esta historia de amor, es su cumbre y su plenitud. En su experiencia de oración, la Sagrada Escritura queda iluminada y revive en su más completa amplitud: anuncio del misterio de Dios y respuesta del hombre transformado. Pero a través de la expresión «Señor del cielo y de la tierra» podemos también reconocer cómo en Jesús, el Revelador del Padre, se abre nuevamente al hombre la posibilidad de acceder a Dios.

Hagámonos ahora la pregunta: ¿a quién quiere revelar el Hijo los misterios de Dios? Al comienzo del Himno Jesús expresa su alegría porque la voluntad del Padre es mantener estas cosas ocultas a los doctos y los sabios y revelarlas a los pequeños (cf. Lc 10, 21). En esta expresión de su oración, Jesús manifiesta su comunión con la decisión del Padre que abre sus misterios a quien tiene un corazón sencillo: la voluntad del Hijo es una cosa sola con la del Padre. La revelación divina no tiene lugar según la lógica terrena, para la cual son los hombres cultos y poderosos los que poseen los conocimientos importantes y los transmiten a la gente más sencilla, a los pequeños. Dios ha usado un estilo muy diferente: los destinatarios de su comunicación han sido precisamente los «pequeños». Esta es la voluntad del Padre, y el Hijo la comparte con gozo.

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Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «Su conmovedor “¡Sí, Padre!” expresa el fondo de su corazón, su adhesión al querer del Padre, de la que fue un eco el “Fiat” de su Madre en el momento de su concepción y que preludia lo que dirá al Padre en su agonía. Toda la oración de Jesús está en esta adhesión amorosa de su corazón de hombre al “misterio de la voluntad” del Padre (Ef 1, 9)» (n. 2603).

De aquí deriva la invocación que dirigimos a Dios en el Padrenuestro: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo»: junto con Cristo y en Cristo, también nosotros pedimos entrar en sintonía con la voluntad del Padre, llegando así a ser sus hijos también nosotros. Jesús, por lo tanto, en este Himno de júbilo expresa la voluntad de implicar en su conocimiento filial de Dios a todos aquellos que el Padre quiere hacer partícipes de él; y aquellos que acogen este don son los «pequeños».

Pero, ¿qué significa «ser pequeños», sencillos? ¿Cuál es «la pequeñez» que abre al hombre a la intimidad filial con Dios y a aceptar su voluntad? ¿Cuál debe ser la actitud de fondo de nuestra oración? Miremos el «Sermón de la montaña», donde Jesús afirma: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8). Es la pureza del corazón la que permite reconocer el rostro de Dios en Jesucristo; es tener un corazón sencillo como el de los niños, sin la presunción de quien se cierra en sí mismo, pensando que no tiene necesidad de nadie, ni siquiera de Dios.

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Es interesante también señalar la ocasión en la que Jesús prorrumpe en este Himno al Padre. En la narración evangélica de Mateo es la alegría porque, no obstante las oposiciones y los rechazos, hay «pequeños» que acogen su palabra y se abren al don de la fe en él. El Himno de júbilo, en efecto, está precedido por el contraste entre el elogio de Juan Bautista, uno de los «pequeños» que reconocieron el obrar de Dios en Cristo Jesús (cf. Mt 11, 2-19), y el reproche por la incredulidad de las ciudades del lago «donde había hecho la mayor parte de sus milagros» (cf. Mt 11, 20-24). Mateo, por tanto, ve el júbilo en relación con las expresiones con las que Jesús constata la eficacia de su palabra y la de su acción: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: lo ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!» (Mt 11, 4-6).

También san Lucas presenta el Himno de júbilo en conexión con un momento de desarrollo del anuncio del Evangelio. Jesús envió a los «setenta y dos discípulos» (Lc 10, 1) y ellos partieron con una sensación de temor por el posible fracaso de su misión. Lucas subraya también el rechazo que encontró el Señor en las ciudades donde predicó y realizó signos prodigiosos. Pero los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría, porque su misión tuvo éxito. Constataron que, con el poder de la palabra de Jesús, los males del hombre son vencidos. Y Jesús comparte su satisfacción: «en aquella hora» (Lc 20, 21), en aquel momento se llenó de alegría.

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Hay otros dos elementos que quiero destacar. El evangelista Lucas introduce la oración con la anotación: «Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo» (Lc 10, 21). Jesús se alegra partiendo desde el interior de sí mismo, desde lo más profundo de sí: la comunión única de conocimiento y de amor con el Padre, la plenitud del Espíritu Santo. Implicándonos en su filiación, Jesús nos invita también a nosotros a abrirnos a la luz del Espíritu Santo, porque —como afirma el apóstol Pablo«(Nosotros) no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables… según Dios» (Rm 8, 26-27) y nos revela el amor del Padre. En el Evangelio de Mateo, después del Himno de júbilo, encontramos uno de los llamamientos más apremiantes de Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11, 28). Jesús pide que se acuda a él, que es la verdadera sabiduría, a él que es «manso y humilde de corazón»; propone «su yugo», el camino de la sabiduría del Evangelio que no es una doctrina para aprender o una propuesta ética, sino una Persona a quien seguir: él mismo, el Hijo Unigénito en perfecta comunión con el Padre.

Queridos hermanos y hermanas, hemos gustado por un momento la riqueza de esta oración de Jesús. También nosotros, con el don de su Espíritu, podemos dirigirnos a Dios, en la oración, con confianza de hijos, invocándolo con el nombre de Padre, «Abbà». Pero debemos tener el corazón de los pequeños, de los «pobres en el espíritu» (Mt 5, 3), para reconocer que no somos autosuficientes, que no podemos construir nuestra vida nosotros solos, sino que necesitamos de Dios, necesitamos encontrarlo, escucharlo, hablarle. La oración nos abre a recibir el don de Dios, su sabiduría, que es Jesús mismo, para cumplir la voluntad del Padre en nuestra vida y encontrar así alivio en el cansancio de nuestro camino. Gracias.


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Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular, a la delegación del Gobierno autónomo de Navarra y a la Escolanía de la Catedral de Palencia, así como a los otros grupos provenientes de España, México y otros países latinoamericanos. Invito a todos a orar buscando la comunión con Cristo, al que conocemos y amamos como fruto del Espíritu recibido, sintiendo que en su intimidad está ya nuestra alegría. Dios os bendiga. Muchas gracias.