Archivos Mensuales: marzo 2014

28/04/2010 – SAN LEONARDO MURIALDO

SAN LEONARDO MURIALDO

«AUDIENCIA GENERAL BENEDICTO XVI – PLAZA DE SAN PEDRO»

Queridos hermanos y hermanas:

Leonardo Murialdo nació en Turín el 26 de octubre de 1828: es la Turín de San Juan Bosco y de San José Cottolengo, tierra fecundada por numerosos ejemplos de santidad de fieles laicos y de sacerdotes. Leonardo era el octavo hijo de una familia sencilla. De niño, junto con su hermano, entró en el colegio de los padres escolapios de Savona para cursar la enseñanza primaria, secundaria y superior; allí encontró a educadores preparados, en un clima de religiosidad basado en una catequesis seria, con prácticas de piedad regulares. Sin embargo, durante la adolescencia atravesó una profunda crisis existencial y espiritual que lo llevó a anticipar el regreso a su familia y a concluir los estudios en Turín, donde se matriculó en el bienio de filosofía. La «vuelta a la luz» aconteció —como cuenta— después de algunos meses, con la gracia de una confesión general, en la cual volvió a descubrir la inmensa misericordia de Dios; entonces, con 17 años, maduró la decisión de hacerse sacerdote, como respuesta de amor a Dios que lo había aferrado con su amor. Fue ordenado el 20 de septiembre de 1851. Precisamente en aquel período, como catequista del Oratorio del Ángel Custodio, Don Bosco lo conoció, lo apreció y lo convenció a aceptar la dirección del nuevo Oratorio de San Luis en «Porta Nuova», que dirigió hasta 1865. Allí también entró en contacto con los graves problemas de las clases más pobres, visitó sus casas, madurando una profunda sensibilidad social, educativa y apostólica que lo llevó a dedicarse después, de forma autónoma, a múltiples iniciativas en favor de la juventud. Catequesis, escuela, actividades recreativas fueron los fundamentos de su método educativo en el Oratorio. Don Bosco quiso que lo acompañara también con ocasión de la audiencia que le concedió el beato Pío IX en 1858.

En 1873 fundó la Congregación de San José, cuyo fin apostólico fue, desde el principio, la formación de la juventud, especialmente la más pobre y abandonada. El ambiente turinés de ese tiempo estaba marcado por un intenso florecimiento de obras y actividades caritativas promovidas por Leonardo Murialdo hasta su muerte, que tuvo lugar el 30 de marzo de 1900.

Me complace subrayar que el núcleo central de la espiritualidad de Murialdo es la convicción del amor misericordioso de Dios:

un Padre siempre bueno, paciente y generoso, que revela la grandeza y la inmensidad de su misericordia con el perdón.

San Leonardo experimentó esta realidad no a nivel intelectual sino existencial, mediante el encuentro vivo con el Señor. Siempre se consideró un hombre favorecido por Dios misericordioso: por esto vivió el sentimiento gozoso de la gratitud al Señor, la serena conciencia de sus propias limitaciones, el deseo ardiente de penitencia, el compromiso constante y generoso de conversión. Veía toda su existencia no sólo iluminada, guiada, sostenida por este amor, sino continuamente inmersa en la infinita misericordia de Dios. En su testamento espiritual escribió: «Tu misericordia me rodea, oh Señor… Como Dios está siempre y en todas partes, así es siempre y en todas partes amor, es siempre y en todas partes misericordia». Recordando el momento de crisis que tuvo en su juventud, anotó: «El buen Dios quería que resplandeciera de nuevo su bondad y generosidad de modo completamente singular. No sólo me admitió de nuevo en su amistad, sino que me llamó a una elección de predilección: me llamó al sacerdocio, y esto apenas algunos meses después de que yo volviera a Él». Por eso, San Leonardo vivió la vocación sacerdotal como un don gratuito de la misericordia de Dios con sentido de reconocimiento, alegría y amor. Escribió también: «¡Dios me ha elegido a mí! Me ha llamado, incluso me ha forzado al honor, a la gloria, a la felicidad inefable de ser su ministro, de ser “otro Cristo”  … Y ¿dónde estaba yo cuando me has buscado, Dios mío? ¡En el fondo del abismo! Yo estaba allí, y allí fue Dios a buscarme; allí me hizo escuchar su voz…».

Subrayando la grandeza de la misión del sacerdote, que debe «continuar la obra de la redención, la gran obra de Jesucristo, la obra del Salvador del mundo», es decir, la de «salvar las almas», San Leonardo se recordaba siempre a sí mismo y recordaba a sus hermanos la responsabilidad de una vida coherente con el sacramento recibido.

Amor de Dios y amor a Dios: esta fue la fuerza de su camino de santidad, la ley de su sacerdocio, el significado más profundo de su apostolado entre los jóvenes pobres y la fuente de su oración.

San Leonardo Murialdo se abandonó con confianza a la Providencia, cumpliendo generosamente la voluntad divina, en contacto con Dios y dedicándose a los jóvenes pobres. De este modo unió el silencio contemplativo con el ardor incansable de la acción, la fidelidad a los deberes de cada día con la genialidad de las iniciativas, la fuerza en las dificultades con la serenidad de espíritu. Este es su camino de santidad para vivir el mandamiento del amor a Dios y al prójimo.

11/02/2009 – SAN JUAN CLÍMACO (AUDIENCIA GENERAL)

LA «ESCALA DEL PARAÍSO» DE SAN JUAN CLÍMACO

«AUDIENCIA GENERAL BENEDICTO XVI»

Queridos hermanos y hermanas:

Después de veinte catequesis dedicadas al apóstol San Pablo, quiero retomar hoy la presentación de los grandes escritores de la Iglesia de Oriente y Occidente en la Edad Media. Y propongo la figura de San Juan, llamado Clímaco, transliteración latina del término griego klímakos, que significa de la escala (klímax). Se trata del título de su obra principal, en la que describe la ascensión de la vida humana hacia Dios. Nació hacia el año 575; así pues, su vida se desarrolló en los años en que Bizancio, capital del Imperio romano de Oriente, sufrió la mayor crisis de su historia. De repente cambió el marco geográfico del Imperio y el torrente de las invasiones bárbaras hizo que se desplomaran todas sus estructuras.

Sólo quedó la estructura de la Iglesia, que en esos tiempos difíciles continuó su acción misionera, humana y sociocultural, especialmente a través de la red de los monasterios, en los que actuaban grandes personalidades religiosas, como san Juan Clímaco.

Entre las montañas del Sinaí, donde Moisés se encontró con Dios y Elías oyó su voz, San Juan vivió y narró sus experiencias espirituales. Se han conservado noticias sobre él en una breve Vida (PG 88, 596-608), escrita por el monje Daniel de Raithu:

a los dieciséis años, Juan, monje en el monte Sinaí, se hizo discípulo del abad Martirio, un «anciano», es decir, un «sabio». Cuando tenía alrededor de veinte años, eligió vivir como eremita en una gruta al pie de un monte, en la localidad de Tola, a ocho kilómetros del actual monasterio de Santa Catalina. La soledad no le impidió encontrarse con personas deseosas de recibir dirección espiritual, ni visitar algunos monasterios cerca de Alejandría. De hecho, su retiro eremítico, lejos de ser una huida del mundo y de la realidad humana, lo impulsó a un amor ardiente a los demás (Vida 5) y a Dios (Vida 7).

Después de cuarenta años de vida eremítica vivida en el amor a Dios y al prójimo, durante los cuales lloró, oró, luchó contra los demonios, fue nombrado abad (egúmeno) del gran monasterio del monte Sinaí. Así volvió a la vida cenobítica, en el monasterio. Pero algunos años antes de su muerte, sintiendo la nostalgia de la vida eremítica, pasó a su hermano, monje en el mismo monasterio, el gobierno de la comunidad. Murió después del año 650.

La vida de San Juan se desarrolla entre dos montes, el Sinaí y el Tabor, y verdaderamente se puede decir que de él irradió la luz que vio Moisés en el Sinaí y que contemplaron los tres apóstoles en el Tabor.

Como he dicho, se hizo famoso por su obra la Escala (klímax), llamada en Occidente Escala del Paraíso (PG 88, 632-1164). Compuesta por las insistentes peticiones del abad del cercano monasterio de Raithu, en el Sinaí, la Escala es un tratado completo de vida espiritual, en el que San Juan describe el camino del monje desde la renuncia al mundo hasta la perfección del amor. Es un camino que —según este libro— se desarrolla a través de treinta peldaños, cada uno de los cuales está unido al siguiente.

El camino se puede sintetizar en tres fases sucesivas:

  • la primera consiste en la ruptura con el mundo con el fin de volver al estado de infancia evangélica. Lo esencial, por tanto, no es la ruptura, sino el nexo con lo que Jesús dijo, o sea, volver a la verdadera infancia en sentido espiritual, llegar a ser como niños.

San Juan comenta: «Un buen fundamento es el formado por tres bases y tres columnas: inocencia, ayuno y castidad. Todos los recién nacidos en Cristo (cf. 1 Co 3, 1) deben comenzar por estas cosas, tomando ejemplo de los recién nacidos físicamente» (1, 20; 636). Apartarse voluntariamente de las personas y los lugares queridos permite al alma entrar en comunión más profunda con Dios. Esta renuncia desemboca en la obediencia, un camino que lleva a la humildad a través de las humillaciones —que no faltarán nunca— por parte de los hermanos. San Juan comenta: «Dichoso aquel que ha mortificado su propia voluntad hasta el final y que ha confiado el cuidado de su persona a su maestro en el Señor, pues será colocado a la derecha del Crucificado» (4, 37; 704).

  • La segunda fase del camino es el combate espiritual contra las pasiones. Cada peldaño de la escala está unido a una pasión principal, que se define y diagnostica, indicando además la terapia y proponiendo la virtud correspondiente. El conjunto de estos peldaños constituye sin duda el más importante tratado de estrategia espiritual que poseemos. Sin embargo, la lucha contra las pasiones tiene un carácter positivo —no se ve como algo negativo— gracias a la imagen del «fuego» del Espíritu Santo: «Todos aquellos que emprenden esta hermosa lucha (cf. 1 Tm 6, 12), dura y ardua, (…), deben saber que han venido a arrojarse a un fuego, si verdaderamente desean que el fuego inmaterial habite en ellos» (1, 18; 636). El fuego del Espíritu Santo, que es el fuego del amor y de la verdad. Sólo la fuerza del Espíritu Santo garantiza la victoria. Pero, según San Juan Clímaco, es importante tomar conciencia de que las pasiones no son malas en sí mismas; lo llegan a ser por el mal uso que hace de ellas la libertad del hombre. Si se las purifica, las pasiones abren al hombre el camino hacia Dios con energías unificadas por la ascética y la gracia y, «si han recibido del Creador un orden y un principio (…), el límite de la virtud no tiene fin» (26/2, 37; 1068).
  • La última fase del camino es la perfección cristiana, que se desarrolla en los últimos siete peldaños de la Escala. Estos son los estadios más altos de la vida espiritual; los pueden alcanzar los «hesicastas», los solitarios, los que han llegado a la quietud y a la paz interior; pero esos estadios también son accesibles a los cenobitas más fervorosos. San Juan, siguiendo a los padres del desierto, de los tres primeros —sencillez, humildad y discernimiento— considera más importante el último, es decir, la capacidad de discernir. Todo comportamiento debe someterse al discernimiento, pues todo depende de las motivaciones profundas, que es necesario explorar. Aquí se entra en lo profundo de la persona y se trata de despertar en el eremita, en el cristiano, la sensibilidad espiritual y el «sentido del corazón», dones de Dios: «Como guía y regla de todo, después de Dios, debemos seguir nuestra conciencia» (26/1, 5; 1013). De esta forma se llega a la paz del alma, la hesychia, gracias a la cual el alma puede asomarse al abismo de los misterios divinos.

El estado de quietud, de paz interior, prepara al «hesicasta» a la oración, que en San Juan es doble: la «oración corporal» y la «oración del corazón«.

  • La primera es propia de quien necesita la ayuda de posturas del cuerpo: tender las manos, emitir gemidos, golpearse el pecho, etc. (15, 26; 900);
  • la segunda es espontánea, porque es efecto del despertar de la sensibilidad espiritual, don de Dios a quien se dedica a la oración corporal.

En San Juan toma el nombre de «oración de Jesús» (Iesoû euché), y está constituida únicamente por la invocación del nombre de Jesús, una invocación continua como la respiración: «El recuerdo de Jesús se debe fundir con tu respiración; entonces descubrirás la utilidad de la hesychia», de la paz interior (27/2, 26; 1112). Al final, la oración se hace algo muy sencillo:

la palabra «Jesús» se funde sencillamente con nuestra respiración

El último peldaño de la escala (30), lleno de la «sobria embriaguez del Espíritu» se dedica a la suprema «trinidad de las virtudes»:

  • la fe,
  • la esperanza y
  • sobre todo la caridad.

San Juan también habla de la caridad como eros (amor humano), figura de la unión matrimonial del alma con Dios. Y elige una vez más la imagen del fuego para expresar el ardor, la luz, la purificación del amor a Dios. La fuerza del amor humano puede volver a ser orientada hacia Dios, como sobre un olivo silvestre puede injertarse un olivo bueno (cf. Rm 11, 24) (15, 66; 893).

San Juan está convencido de que una experiencia intensa de este eros hace avanzar al alma más que la dura lucha contra las pasiones, porque es grande su poder. Por tanto, en nuestro camino prevalece lo positivo. Pero la caridad se ve también en relación estrecha con la esperanza:

«La fuerza de la caridad es la esperanza: gracias a ella esperamos la recompensa de la caridad. (…) La esperanza es la puerta de la caridad. (…) La ausencia de la esperanza anula la caridad: a ella están vinculadas nuestras fatigas; por ella nos sostenemos en nuestros problemas; y gracias a ella nos envuelve la misericordia de Dios» (30, 16; 1157). La conclusión de la Escala contiene la síntesis de la obra con palabras que el autor pone en boca de Dios mismo: «Que esta escala te enseñe la disposición espiritual de las virtudes. Yo estoy en la cima de esta escala, como dijo aquel gran iniciado mío (San Pablo): «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad» (1 Co 13, 13)» (30, 18; 1160).

En este punto, se impone una última pregunta: la Escala, obra escrita por un monje eremita que vivió hace mil cuatrocientos años, ¿puede decirnos algo a los hombres de hoy? El itinerario existencial de un hombre que vivió siempre en el monte Sinaí en un tiempo tan lejano, ¿puede ser de actualidad para nosotros? En un primer momento, parecería que la respuesta debiera ser «no», porque San Juan Clímaco está muy lejos de nosotros. Pero, si observamos un poco más de cerca, vemos que aquella vida monástica sólo es un gran símbolo de la vida bautismal, de la vida del cristiano. Muestra, por decirlo así, con letra grande lo que nosotros escribimos cada día con letra pequeña. Se trata de un símbolo profético que revela lo que es la vida del bautizado, en comunión con Cristo, con su muerte y su resurrección.

Para mí es particularmente importante el hecho de que el vértice de la «escala», los últimos peldaños, sean al mismo tiempo las virtudes fundamentales, iniciales, las más sencillas:

la fe, la esperanza y la caridad

Esas virtudes no sólo son accesibles a los héroes morales, sino que son don de Dios para todos los bautizados: en ellas crece también nuestra vida. El inicio es también el final, el punto de partida es también el punto de llegada: todo el camino va hacia una realización cada vez más radical de la fe, la esperanza y la caridad. En estas virtudes está presente la ascensión. Fundamentalmente es la fe, porque esta virtud implica que yo renuncie a mi arrogancia, a mi pensamiento, a la pretensión de juzgar sólo por mí mismo, sin confiar en los demás.

Este camino hacia la humildad, hacia la infancia espiritual, es necesario: hace falta superar la actitud de arrogancia que lleva a decir: en mi tiempo, en el siglo XXI, yo sé mucho más de lo que sabían los que vivían entonces. Al contrario, es preciso confiar solamente en la Sagrada Escritura, en la Palabra del Señor, asomarse con humildad al horizonte de la fe, para entrar así en la enorme vastedad del mundo universal, del mundo de Dios. De esta forma crece nuestra alma, y crece la sensibilidad del corazón hacia Dios.

Con razón dice San Juan Clímaco que sólo la esperanza nos capacita para vivir la caridad; la esperanza, por la que trascendemos las cosas de cada día; no esperamos el éxito en nuestros días terrenos, sino que esperamos al final la revelación de Dios mismo.

Sólo en esta extensión de nuestra alma, en esta autotrascendencia, nuestra vida se engrandece y podemos soportar los cansancios y las desilusiones de cada día; sólo así podemos ser buenos con los demás sin esperar recompensa. Sólo con Dios, la gran esperanza a la que tiendo, puedo dar cada día los pequeños pasos de mi vida, aprendiendo así la caridad. En la caridad se esconde el misterio de la oración, del conocimiento personal de Jesús: una oración sencilla, que tiende sólo a tocar el corazón del Maestro divino. Así se abre el propio corazón, se aprende de él su misma bondad, su amor.

Por tanto, usemos esta «escala» de la fe, de la esperanza y de la caridad; así llegaremos a la verdadera vida.

11/06/2011 – AUDIENCIA EN EL 75 ANIVERSARIO DEL MARTIRIO DEL BEATO CEFERINO GIMÉNEZ MALLA

DISCURSO DEL PAPA BENEDICTO XVI

AL PUEBLO GITANO

AULA PABLO VI

«Vídeo en Italiano»

Venerados hermanos,
queridos hermanos y hermanas:

¡El Señor esté con vosotros!

Es para mí una gran alegría encontrarme con vosotros y daros una cordial bienvenida, con ocasión de vuestra peregrinación a la tumba del Apóstol Pedro. Doy las gracias al Arzobispo Monseñor Antonio Maria Vegliò, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, por las palabras que me ha dirigido también en vuestro nombre y por haber organizado el evento. Extiendo asimismo la expresión de mi gratitud a la Fundación «Migrantes» de la Conferencia episcopal italiana, a la diócesis de Roma y a la Comunidad de San Egidio, por haber colaborado en la realización de esta peregrinación y por lo que hacen diariamente en favor de vuestra acogida e integración. Un «gracias» particular a vosotros, por haber dado vuestros testimonios, realmente significativos.

Habéis llegado a Roma de todas partes de Europa para manifestar vuestra fe y vuestro amor a Cristo, a la Iglesia —que es una casa para todos vosotros— y al Papa. El siervo de Dios Pablo VI dirigió a los gitanos, en 1965, estas inolvidables palabras: «Vosotros en la Iglesia no estáis al margen, sino que, de alguna manera, estáis en el centro. Vosotros estáis en el corazón de la Iglesia».

También yo hoy repito con afecto: ¡Estáis en la Iglesia! Sois una porción amada del pueblo de Dios peregrino y nos recordáis que «aquí no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura»

(Hb 13, 14)

También a vosotros ha llegado el mensaje de salvación, al que habéis respondido con fe y esperanza, enriqueciendo la comunidad eclesial con creyentes laicos, sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos gitanos.

Vuestro pueblo ha dado a la Iglesia el beato Ceferino Giménez Malla, de quien celebramos el 150º aniversario de su nacimiento y el 75º de su martirio. La amistad con el Señor convirtió a este mártir en un testigo auténtico de la fe y de la caridad. El beato Ceferino amaba a la Iglesia y a sus pastores con la intensidad con la que adoraba a Dios y descubría su presencia en todas las personas y en todos los acontecimientos. Terciario franciscano, permaneció fiel a su ser gitano, a la historia y a la identidad de su etnia. Casado según la tradición de los gitanos, junto a su esposa decidió convalidar el vínculo en la Iglesia con el sacramento del Matrimonio. Su profunda religiosidad encontraba expresión en la participación cotidiana en la Santa Misa y en el rezo del Rosario. Fue precisamente el Rosario, que llevaba siempre en el bolsillo, la causa de su arresto e hizo del beato Ceferino un auténtico «mártir del rosario», ya que no dejó que se lo quitaran de la mano ni siquiera en el momento de su muerte.

Hoy el beato Ceferino os invita a seguir su ejemplo y os indica también el camino:

  • la dedicación a la oración y en particular al Rosario,
  • el amor a la Eucaristía y a los demás sacramentos, la observancia de los mandamientos,
  • la honradez,
  • la caridad y
  • la generosidad con el prójimo, especialmente con los pobres;

esto os hará fuertes ante el riesgo de que las sectas u otros grupos pongan en peligro vuestra comunión con la Iglesia.

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Vuestra historia es compleja y, en algunos periodos, dolorosa. Sois un pueblo que en los siglos pasados no ha vivido ideologías nacionalistas, no ha aspirado a poseer una tierra o a dominar a otras gentes. Os habéis quedado sin patria y habéis considerado idealmente el continente en su conjunto como vuestra casa. Sin embargo, persisten problemas graves y preocupantes, como las relaciones a menudo difíciles con las sociedades en las que vivís. Desgraciadamente a lo largo de los siglos habéis conocido el sabor amargo de la falta de acogida y, a veces, de la persecución, como sucedió en la segunda guerra mundial: miles de mujeres, hombres y niños fueron asesinados salvajemente en los campos de exterminio. Fue —como decís vosotros— el Porrájmos, «La gran destrucción», un drama todavía poco reconocido y cuyas proporciones se desconocen, pero que vuestras familias llevan grabado en el corazón. Durante mi visita al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, el 28 de mayo de 2006, recé por las víctimas de las persecuciones y me incliné frente a la lápida en lengua romaní, que recuerda a vuestros caídos.

¡La conciencia europea no puede olvidar tanto dolor! ¡Que nunca más vuestro pueblo sea objeto de vejaciones, de rechazo y de desprecio!

Por vuestra parte, buscad siempre la justicia, la legalidad, la reconciliación, y esforzaos por no ser nunca causa de sufrimiento para otros.

Hoy, gracias a Dios, la situación está cambiando: ante vosotros se abren nuevas oportunidades, mientras estáis adquiriendo nueva conciencia. A lo largo del tiempo habéis creado una cultura de expresiones significativas, como la música y el canto, que han enriquecido Europa. Muchas etnias ya no son nómadas, sino que buscan estabilidad con nuevas expectativas frente a la vida. La Iglesia camina con vosotros y os invita a vivir según las comprometedoras exigencias del Evangelio, confiando en la fuerza de Cristo, hacia un futuro mejor. También Europa, que reduce las fronteras y considera riqueza a la diversidad de los pueblos y de las culturas, os ofrece nuevas posibilidades. Os invito, queridos amigos, a escribir juntos una nueva página de historia para vuestro pueblo y para Europa.

La búsqueda de alojamiento, de un trabajo digno y de educación para vuestros hijos son las bases sobre las que podréis construir la integración que traerá beneficios para vosotros y para toda la sociedad. ¡Dad vosotros también vuestra efectiva y leal colaboración para que vuestras familias se inserten dignamente en el tejido civil europeo! Muchos de vosotros son niños y jóvenes que desean educarse y vivir con los demás y como los demás. A ellos los miro con particular afecto, convencido de que vuestros hijos tienen derecho a una vida mejor. Que su bien sea vuestra mayor aspiración. Custodiad la dignidad y el valor de vuestras familias, pequeñas iglesias domésticas, para que sean verdaderas escuelas de humanidad (cf. Gaudium et spes, 52). Que las instituciones, por su parte, se esfuercen por velar adecuadamente por este proceso.

ŘímPor último, también vosotros estáis llamados a participar activamente en la misión evangelizadora de la Iglesia, promoviendo la actividad pastoral en vuestras comunidades. La presencia entre vosotros de sacerdotes, diáconos y personas consagradas, que pertenecen a vuestras etnias, es don de Dios y signo positivo del diálogo de las Iglesias locales con vuestro pueblo, que es preciso sostener y desarrollar. Confiad en estos hermanos y hermanas vuestros, escuchadlos y ofreced, junto a ellos, el coherente y gozoso anuncio del amor de Dios por el pueblo gitano, como por todos los pueblos. La Iglesia desea que todos los hombres se reconozcan hijos del mismo Padre y miembros de la misma familia humana. Estamos en la vigilia de Pentecostés, cuando el Señor derramó su Espíritu sobre los Apóstoles que comenzaron a anunciar el Evangelio en las lenguas de todos los pueblos. Que el Espíritu Santo distribuya sus dones abundantemente sobre todos vosotros, sobre vuestras familias y comunidades esparcidas por el mundo y os haga testigos generosos de Cristo resucitado. María santísima, tan amada por vuestro pueblo y a la que invocáis como «Amari Devleskeridej», «Nuestra Madre de Dios», os acompañe por los caminos del mundo, y que el beato Ceferino os sostenga con su intercesión.

Os doy las gracias de corazón a todos los que habéis venido aquí, a la Sede de Pedro, para manifestar vuestra fe y vuestro amor a la Iglesia y al Papa. Que el beato Ceferino sea para todos vosotros ejemplo de una vida vivida por Cristo y por la Iglesia, en la observancia de los mandamientos y en el amor al prójimo.

El Papa está cerca de cada uno de vosotros y os recuerda en sus oraciones.

Que el Señor os bendiga a vosotros, a vuestras comunidades, a vuestras familias y vuestro futuro.

Que el Señor os dé salud y suerte. ¡Permaneced con Dios!

¡Gracias! ¡Y feliz Pentecostés a todos vosotros!

24/04/2010 – DISCURSO A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO NACIONAL «TESTIGOS DIGITALES»

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

«Vídeo en Italiano»

Eminencia,
venerados hermanos en el episcopado,
queridos amigos:

Me alegra esta ocasión de encontrarme con vosotros y concluir vuestro congreso, que tiene un título muy evocador: «Testigos digitales. Rostros y lenguajes de la era del crossmedia». Agradezco al presidente de la Conferencia episcopal italiana, el Cardenal Angelo Bagnasco, sus amables palabras de bienvenida, con las que ha querido expresarme una vez más el afecto y la cercanía de la Iglesia que está en Italia a mi servicio apostólico. Sus palabras, señor cardenal, reflejan la fiel adhesión a Pedro de todos los católicos de esta amada nación y la estima de tantos hombres y mujeres animados por el deseo de buscar la verdad.

El tiempo en que vivimos experimenta una ampliación enorme de las fronteras de la comunicación, realiza una inédita convergencia entre los diversos medios de comunicación y hace posible la interactividad. La red manifiesta, por tanto, una vocación abierta, que tiende a ser igualitaria y pluralista, pero al mismo tiempo abre una nueva brecha: de hecho, se habla de digital divide. Esta brecha separa a los incluidos de los excluidos y se añade a las demás brechas, que ya alejan a las naciones entre sí y también en su interior. Asimismo, aumentan los peligros de homologación y de control, de relativismo intelectual y moral, que ya se reconocían bien en la flexión del espíritu crítico, en la verdad reducida al juego de las opiniones, en las múltiples formas de degradación y de humillación de la intimidad de la persona. Asistimos, pues, a una «contaminación del espíritu, la que hace nuestros rostros menos sonrientes, más sombríos, la que nos lleva a no saludarnos unos a otros, a no mirarnos a la cara…»  (Discurso en la plaza de España, 8 de diciembre de 2009: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 11 de diciembre de 2009, p. 8). Este congreso, en cambio, pretende precisamente reconocer los rostros y, por tanto, superar las dinámicas colectivas que pueden hacernos perder la percepción de la profundidad de las personas y aplastarnos en su superficie: cuando esto sucede, se convierten en cuerpos sin alma, en objetos de intercambio y de consumo.

¿Cómo es posible, hoy, volver a los rostros?

He intentado indicar el camino también en mi tercera encíclica. Ese camino pasa por la caritas in veritate, que resplandece en el rostro de Cristo.

El amor en la verdad constituye «un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresiva y expansiva globalización» (n. 9).

Los medios de comunicación social pueden convertirse en factores de humanización «no sólo cuando, gracias al desarrollo tecnológico, ofrecen mayores posibilidades para la comunicación y la información, sino sobre todo cuando se organizan y se orientan bajo la luz de una imagen de la persona y el bien común que refleje sus valores universales» (n. 73). Esto requiere que «estén centrados en la promoción de la dignidad de las personas y de los pueblos, que estén expresamente animados por la caridad y se pongan al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad natural y sobrenatural» (ib.). Solamente con estas condiciones el paso crucial que estamos realizando podrá ser rico y fecundo en nuevas oportunidades.

Queremos adentrarnos sin temores en el mar digital, afrontando la navegación abierta con la misma pasión que desde hace dos mil años gobierna la barca de la Iglesia. Más que por los recursos técnicos, aunque sean necesarios, queremos distinguirnos viviendo también este universo con un corazón creyente, que contribuya a dar un alma al flujo comunicativo ininterrumpido de la red.

Esta es nuestra misión, la misión irrenunciable de la Iglesia: la tarea de todo creyente que trabaja en los medios de comunicación es «allanar el camino a nuevos encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención a las personas y a sus auténticas necesidades espirituales. Le corresponde ofrecer a quienes viven nuestro tiempo “digital” los signos necesarios para reconocer al Señor» (Mensaje para la 44ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 16 de mayo de 2010: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de enero de 2010, p. 3).

Queridos amigos, también en la red estáis llamados a ser «animadores de comunidad», atentos a «preparar caminos que conduzcan a la Palabra de Dios», y a expresar una sensibilidad especial con quienes «desconfían, pero llevan en el corazón deseos de absoluto y de verdades perennes» (ib.). Así la red podrá convertirse en una especie de «patio de los gentiles», donde abrir «un espacio también a aquellos para quienes Dios sigue siendo un desconocido» (ib.).

Como animadores de la cultura y de la comunicación, sois signo vivo de que «las comunidades eclesiales han incorporado desde hace tiempo los nuevos medios de comunicación como instrumentos ordinarios de expresión y de contacto con el propio territorio, instaurando en muchos casos formas de diálogo aún de mayor alcance» (ib.). En este campo no faltan voces en Italia: baste con recordar aquí el periódico Avvenire, la emisora televisiva TV2000, el circuito radiofónico inBlu y la agencia de prensa SIR, junto a las revistas católicas, a la red capilar de los semanarios diocesanos y a las ya numerosas páginas web de inspiración católica. Exhorto a todos los profesionales de la comunicación a no cansarse de alimentar en su corazón la sana pasión por el hombre que se convierte en tensión a acercarse cada vez más a sus lenguajes y a su verdadero rostro. En esto os ayudará una sólida preparación teológica y sobre todo una profunda y gozosa pasión por Dios, alimentada en el diálogo continuo con el Señor. Que las Iglesias particulares y los institutos religiosos, por su parte, no duden en valorizar los itinerarios formativos que proponen las universidades pontificias, la Universidad católica del Sagrado Corazón y las demás universidades católicas y eclesiásticas, destinando a ellas personas y recursos con visión de futuro.

Que el mundo de la comunicación social entre de lleno en la programación pastoral.

A la vez que os agradezco el servicio que prestáis a la Iglesia y, por tanto, a la causa del hombre, os exhorto a recorrer, animados por la valentía del Espíritu Santo, los caminos del continente digital. Nuestra confianza no es una respuesta acrítica a ningún instrumento de la técnica. Nuestra fuerza está en ser Iglesia, comunidad creyente, capaz de testimoniar a todos la perenne novedad de Cristo resucitado, con una vida que florece en plenitud en la medida en que se abre, entra en relación y se entrega con gratuidad.

Os encomiendo a la protección de María santísima y de los grandes santos de la comunicación, y os bendigo a todos de corazón.

23/03/2014: HOMILÍA DE S.E. MONS. GÄNSWEIN EN MANNHEIM

monseñor georg Gänswein

monseñor georg Gänswein

(Video en alemán)

Numerosos fieles han dado un recibimiento caluroso a S.E. Monseñor Gänswein en la Iglesia de los Jesuitas en Mannheim (Alemania). En donde ha elogiado al Papa Francisco, haciendo referencia de él como un » sacerdote del Mundo» carismático, que llega a través de palabras, gestos y sonrisas, para inspirar a la gente la FE cristiana.

«Francisco da en el blanco, lo que demuestra el gran número de visitantes en las Audiencia de los miércoles en Roma, porque él llega con palabras sencillas y claras a los corazones de la gente».


Gänswein pidió el cristianismo a vivir abiertamente y con alegría en la vida cotidiana. El Papa Francisco quiere una iglesia que llega hasta el borde y sin dejar a nadie atrás . «Esta es la estrella polar de su acción apostólica. «

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Arzobispo Gänswein sobre Francisco y los alemanes
«Sólo la alegría es demasiado poco»

ENTREVISTAfacebook pqhttps://www.facebook.com/photo.php?fbid=770571382967712&l=c2d99c73b5

FUENTE: DOMRADIO.DE

El Prefecto de la Casa Pontificia, el Arzobispo Georg Gänswein, habla con domradio.de-editor Jan Hendrik Stens en en Mannheim de las expectativas sobre el Papa Francisco y la Iglesia Alemana

domradio.de: ¿Qué es el viento fresco que sopla a través del actual Papa Francisco por la Iglesia universal?

Arzobispo Gänswein: Si quiero dar un título, yo diría que se trata de un nuevo impulso misionero. Este impulso tiene su énfasis en esto, ya sea en Roma, en el Vaticano o más allá.

domradio.de: En Alemania, todo el mundo está encantado con Francisco, pero aquí, a diferencia de otros países, la asistencia a la Iglesia no es mayor, las colas delante de los confesionarios no son como en Italia. ¿Por qué, los alemanes tienen un tipo diferente de entusiasmo?

Arzobispo Gänswein: Si el entusiasmo no se realiza en la práctica de la fe, entonces esto es como un fuego de paja que enciende pero no calienta. Es importante que lo nuevo, lo lleno de vida, lo agradable, que ahora con el Papa Francisco está creciendo, sean también contagiados en su propia vida de fe. No es sufiente sólo el ánimo, deben existir hechos más concretos.

domradio.de: Usted dijo una vez que la gente se sorprende de que Benedicto XVI y Francisco se lleven tan bien a pesar de ser dos personalidades tan diferentes

Arzobispo Gänswein: Esto fue una sorpresa al principio. Porque en primer lugar, el temperamento, el carácter, la personalidad, la forma de hablar y de encontrarse son muy distintas. Y las diferencias implican desgraciadamente desencuentros. Yo leo lo complementario, hay personas muy diferentes que se llevan muy bien y esto es lo que ha sucedido.

domradio.de: Francisco sostiene una defensa enérgica del mundo, la paz y la justicia. Él lo defiende increíblemente y enérgicamente. ¿Cómo se informa?

Arzobispo Gänswein: Es una red de información. Hay fuentes oficiales de información: las Nunciaturas, la Secretaría de Estado. También están las fuentes de los Obispos que acuden al Vaticano, y esto es muy importante, tener información de primera mano sobre lo que realmente está pasando en la política, en el ministerio pastoral en las diversas diócesis y países. Es una muy buena política de información porque esto ayuda a ver concretamente cómo debe abordarse un problema.

domradio.de: Usted ha dicho que las pruebas de fuego para Francisco quedaron pendientes. ¿Qué quería decir con eso?

Arzobispo Gänswein: Desde Alemania llega una gran cantidad de medios de presión. O que pueden ser vistos como medios de presión en Roma, no puedo juzgar. Nosotros los alemanes vemos a Alemania como el país más importante para el Vaticano, pero, para el Vaticano, Alemania es un país importante de muchos países importantes. Por el momento la fuerza política y pastoral está en otros países mucho, mucho más. Es urgente poner la atención ahí. Esto no significa que la preocupación alemana sea secundaria.

domradio.de: ¿Esto significa que Francisco podría decepcionar unas expectativas u otras en Alemania?

Arzobispo Gänswein: Siempre, en el caso de las expectativas, uno tiene que preguntarse si son realistas. Si deliberadamente la expectativa es alta genera una cierta presión y eso ayuda a no cumplir el objetivo.

domradio.de: Una última pregunta: ¿Trae las ofrendas de ayuno?

Arzobispo Gänswein: La Cuaresma es un tiempo de purificación del corazón. Pero el hombre no sólo vive del alma. Trato de no tomar alcohol y dulces, porque me gustan mucho En cuanto al clero trato de dedicar al Señor más tiempo tranquilamente, incluso si la mesa está llena de trabajo. Se trata de ver la medida de lo real y separar lo esencial de lo no esencial. La Cuaresma debe ayudar a esto.

Entrevista realizada por Jan Hendrik Stens.

Erzbischof Gänswein zu Franziskus und den Deutschen

«Nur jubeln ist zu wenig»

Der Präfekt des Päpstlichen Hauses, Erzbischof Georg Gänswein, spricht mit domradio.de-Redakteur Jan Hendrik Stens in Mannheim über Erwartungen an Papst Franziskus und die deutsche Kirche.

domradio.de: Was ist das für ein frischer Wind, der durch Papst Franziskus momentan durch die Weltkirche weht?

Erzbischof Gänswein: Wenn ich dem eine Überschrift geben möchte, würde ich sagen, es ist ein neuer missionarischer Schwung. Dieser Schwung hat all die erfasst, die sich davon erfassen lassen, sei es in Rom, sei es im Vatikan, sei es auch darüber hinaus.

domradio.de: In Deutschland ist man auch von Franziskus begeistert, allerdings stellt man hier im Unterschied zu anderen Ländern fest, dass jetzt der Gottesdienstbesuch nicht stärker wird, vor den Beichtstühlen nicht wie in Italien die Menschen Schlange stehen. Woran liegt das, haben die Deutschen eine andere Form der Begeisterung?

Erzbischof Gänswein: Wenn Begeisterung sich nicht in die Glaubenspraxis hinein verwirklicht, dann ist das wie ein Strohfeuer, das keine Glut entfacht. Es ist wichtig, das Neue, das Schwungvolle und Erfreuliche, das mit Franziskus jetzt da ist, hineinzunehmen und sich auch anstecken zu lassen im eigenen Glaubensleben. Nur jubeln ist zu wenig. Es müssen schon auch konkretere Fakten kommen.

domradio.de: Sie haben einmal gesagt, dass sie verwundert sind, dass sich Benedikt XVI. und Franziskus so gut verstehen, obwohl sie so unterschiedliche Charaktere sind.

Erzbischof Gänswein: Das war eine Verwunderung am Anfang. Weil zunächst auffällt, dass doch das Temperament, der Charakter, die Persönlichkeiten und die Art und Weise des Sprechens und des Begegnens sehr unterschiedlich sind. Und Unterschiede bringen es leider mit sich, dass man das dann gegeneinander liest. Ich muss es komplementär lesen, es gibt Personen, die sehr unterschiedlich sind und sich sehr gut verstehen, und so ist es auch hier gewesen.

domradio.de: Franziskus nimmt ja sehr stark Stellung in weltlichen Fragen zu Frieden und Gerechtigkeit. Er mischt sich unwahrscheinlich stark ein. Wie informiert er sich?

Erzbischof Gänswein: Es ist ein Informationsnetz. Es gibt amtliche Informationsquellen, die Nuntien, das Staatssekretariat. Es sind die verschiedene Quellen, die auch über die Bischöfe in den Vatikan hineinströmen, und dieser Informationssee ist schon sehr wichtig, um einfach Klarheit zu haben, was wirklich vor Ort los ist in der Politik, in der Seelsorge in den verschiedenen Diözesen und Ländern. Es ist eine sehr gute Informationspolitik da, die hilft, konkret zu sehen, wo ein Problem ist, das angepackt werden muss.

domradio.de: Sie haben gesagt, die Bewährungsproben für Franziskus stünden noch aus. Was meinten sie damit?

Erzbischof Gänswein: Aus Deutschland kommt eine ganze Reihe von Druckmitteln. Ob die genauso als Druckmittel in Rom empfunden werden, das kann ich nicht beurteilen. Man muss auch sehen, für uns Deutsche ist Deutschland das wichtigste Land für den Vatikan. Für den Vatikan ist Deutschland ein wichtiges Land von vielen wichtigen Ländern. Und zur Zeit brennt es politisch und seelsorglich in anderen Ländern viel, viel mehr. Und es ist drängender, die Aufmerksamkeit dorthin zu legen. Was nicht heißt, dass man die Deutschen Anliegen nur zweitrangig behandelt.

domradio.de: Das bedeutet, Franzikus wird vielleicht die ein oder andere Erwartung in Deutschland enttäuschen?

Erzbischof Gänswein: Es ist immer so bei Erwartungen, man muss sich fragen, ob sie realistisch sind. Hängt man vielleicht ganz bewusst den Erwartungsspiegel hoch, damit ein gewisser Druck erzeugt wird, der dazu helfen soll, das Ziel durchzusetzten?

domradio.de: Letzte Frage: Bringen Sie ein Fastenopfer?

Erzbischof Gänswein: Die österliche Bußzeit ist eine Zeit der Reinigung des Herzens. Aber der Mensch lebt nicht nur von der Seele allein. Ich versuche auf Alkohol und Süßes zu verzichten, weil ich beides gerne mag. In Bezug auf das Geistliche versuche ich, mehr stille Zeit dem Herrn zu widmen. Auch dann, wenn der Schreibtisch übervoll ist mit Arbeit. Es geht darum, die Mitte, das Eigentliche zu sehen und das Wesentliche vom Unwesentliche zu scheiden. Dabei soll die Fastenzeit helfen.

Das Interview führte Jan Hendrik Stens.